La reunión de CPAC celebrada y festejada los pasados días 18 y 19 de este mes ha sido un acontecimiento que llamó poderosamente la atención. A querer y no termina por ser justo la opción al Foro de Sao Paulo como planteamiento político, económico y mediático.
Dos propuestas divergentes, sí, en los discursos y los planteamientos, tan bien son dos formas diferentes de vivir. Dado que son dos formas diferentes de vivir me gusta señalar aquí algunos hechos antes de meterme a valorar planteamientos.
Mientras no vea norteamericanos tratando de llegar a Cuba y colombianos procurando emigrar a Venezuela, no necesito mucha argumentación para distinguir entre la bondad de uno y otro sistema político y económico.
Cuando existía un conjunto de países agrupados como URSS con un régimen
declaradamente comunista, en un lugar geográfico que podemos considerar punto focal del conjunto: el muro de Berlín, éste servía, no para impedir que los ciudadanos del lado occidental se metieran ilegalmente al “paraíso comunista”, era para impedir que los atrapados del lado oriental huyeran del “paraíso” La URSS se desplomó como consecuencia de sus contradicciones, sin embargo, aún hay regímenes que se reconocen comunistas o socialistas en nuestro continente: Cuba, primero que otro, Venezuela, Nicaragua. Además, hay otros con gobiernos más bien populistas que gustan de considerarse de “izquierda” que aún no se han desarrollado lo suficiente como para saber hasta dónde llegaran.
Pues estos también sirven para ofrecer la opinión más fuerte acerca de que régimen es más agradable para vivir, la opinión que se hace jugándose la vida.
Las caravanas de venezolanos que cruzan países en ruta para llegar a Estados Unidos son verdaderamente conmovedoras, no se necesita escuchar y tratar de entender ningún argumento socioeconómico para apenarse por su miseria y falta de seguridad. En este 2022 aun huyen cubanos de su país, naturalmente no en las cantidades que lo hicieron con anterioridad, arriesgándose a morir en el intento.
Por cierto, los gobiernos que a nombre de su país se adhieren al Foro de Sao Paulo, honestamente no necesariamente cuentan con regímenes socialistas en el sentido del orden económico que esa doctrina propone.
Algunos intentan tener una economía centralmente planificada, en verdad un sistema de producción central que produce botas sin averiguar el tamaño de calzado necesario y que entregan tarjetas de racionalización para adquirir alimentos, otros lo que hacen es distribuir dádivas como servicios o en efectivo para “atender” a los menos favorecidos, dádivas que resultan difícil de distinguir si son compra de votos o ayudas que permitan salir de la miseria de forma creativa. Dádivas que en el discurso se procura dar a entender que es el gobierno el que regala y se omite decir que el gobierno toma ese dinero de los mismos ciudadanos. La experiencia ha demostrado que las empresas gubernamentales
generalmente son de baja productividad.
En Dinamarca las personas que están incluidas en algún tipo de programa de ayuda gubernamental quedan excluidas de participar en votaciones, de suerte que la ayuda no incline el sentido de los votos. Por cierto, suelen hacerse comentarios positivos acerca del éxito de la socialdemocracia en Escandinavia, sin embargo, estos se hacen sin llamar lo suficiente la atención en las casi sistemáticas alternancias en Suecia entre gobiernos conservadores que estabilizan las finanzas y gobiernos socialdemócratas que gastan lo acumulado. Por su parte Noruega tiene buenos ingresos por abundancia de petróleo.
Si sobre la evidencia vital es útil argumentar acerca del valor de los sistemas, podemos sacar del librero el trabajo que Friederich A. Hayek publicó con el nombre de “La fatal arrogancia” en donde de manera contundente explica lo natural que es vivir con respeto a la familia y a la propiedad privada, así como las bondades del libre intercambio de mercancías, el libre comercio.
Finalmente, no podemos soslayar que a los sistemas los animan los hombres con sus bondades y sus maldades, ya hemos citado a Rubén Darío que en su poesía hace decir a San Francisco que “en el hombre existe mala levadura” y de manera más radical Robert Louis Stevenson desdobla al Doctor Jekill en el tenebroso Mr. Hayde. Sí, la educación profunda de los hombres es la forma de remediar las maldades que llagan a la humanidad y desesperan a los ciudadanos que queremos un buen gobierno.
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