Del terremoto de 1985 a su repetición en 2017 pudimos ver que las personas podían tener aún una reacción positiva ante el dolor ajeno. Ahora en 2022 estamos viviendo algo semejante a un terremoto social, del que ya ha acusado recibo la población, las personas nos sentimos agredidos y desprotegidos como sucedió en 1985. El gobierno de De la Madrid no supo qué hacer, no estuvo a la altura y fuimos nosotros los que en solidaridad trabajamos para el rescate de nuestros hermanos.
Hoy urge esa actitud
Nuevamente la incompetencia gubernamental y peor aún su tozudez, nos exigen actuar como personas, como ciudadanos en defensa y apoyo de nuestros hermanos atrapados por la violencia de criminales no perseguidos apropiadamente, entre tolerancia y falta de pericia. Hoy hay que testimoniar y apoyar, —mañana hay que saber elegir—.
El bombardeo de la información nos ha vuelto personas de corta memoria; dura solamente lo que redes y noticieros mantienen la atención. Necesitamos hacer un esfuerzo para que las impresiones emocionales que hoy estamos viviendo, perduren en nuestra memoria hasta el momento de elegir a nuestros nuevos gobernantes en 2023 y sobre todo en 2024.
¡Basta ya!
De estar sometidos a un régimen que exalta la mediocridad y el conformismo, que celebra el no aspirar a superarse, que no motiva a trabajar en la creación de riqueza; riqueza es la formación de patrimonio, tan necesario ante calamidades naturales, problemas de salud y educación de los hijos. —Verdaderamente necesitamos otro liderazgo—.
La primera obligación de un gobierno es proteger a sus ciudadanos de la delincuencia de cualquier tipo, a él corresponde usar la fuerza con legalidad. Para garantizar la seguridad muchas veces es necesario su uso, dado que los que violentan la seguridad de los ciudadanos precisamente actúan con violencia. —Se nos tiene en descuido—.
Este rechazo al conformismo al que invito no es solo una ocurrencia, es la forma en que muchos hermanos en el mundo y muy claramente en América han reaccionado ante regímenes anquilosados y han dejado a un lado a partidos tradicionales en busca justo de nuevos liderazgos.
Esto hay que saber “tropicalizarlo” para nuestro país. No podemos jugar a la improvisación. Como ciudadanos no debemos permitir que los partidos existentes, —los únicos que competirán—, impongan a los personajes que les convienen a ellos y no a la ciudadanía.
Es necesario que la mayoría ciudadana señale públicamente cuál de los personajes que han manifestado su disposición a participar en la contienda para el ejecutivo federal es el que satisface la imagen que se han formado del que puede satisfacer nuestras necesidades actuales.
Afortunadamente la actitud de “ser esperado a que lo destapen” fue superada por la postura de Vicente Fox quien con claridad y valor declaró su propósito de competir. Eso abrió la puerta a una nueva actitud política.
Entre las personas que han seguido ese sendero pueden reconocerse algunos nombres que llaman la atención, me refiero a aquellos que no están supeditados a un “jefe máximo”, a los que hasta donde la información pública ha dejado ver, parecen idóneos. Dos me llaman la atención en particular: Enrique De la Madrid C. y Juan Carlos Romero H.
Ambos tienen estudios y prestigio intelectual, sobre todo parecen superar a los presidentes de sus respectivos partidos.
El primero es licenciado en derecho de la UNAM, con una maestría en administración pública de Harvard, ha sido diputado plurinominal; en el equipo de Peña Nieto inició el sexenio como director del Banco de Comercio Exterior, cargo que dejó para ser secretario de turismo en los tres años últimos. No se le conocen escándalos y de lo que se sabe su trabajo fue honrado y eficaz.
Por el otro lado, Romero es licenciado en relaciones industriales de la Universidad de Guanajuato, tiene dos maestrías de la Southen Oregon Universiy, ha sido rector de la universidad de su estado, gobernador de este, director del CONACYT, senador electo, no plurinominal y dos veces diputado igualmente electo.
Ambos conocen el valor de los estudios; verdadera solución a la pobreza y la criminalidad y sería de esperar que los promoverán entre la niñez y juventud.
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